viernes, 11 de febrero de 2011

Noticias_11/02/2011







2011

Gehry habla en Manhattan

Por: Anatxu Zabalbeascoa

Spruce street
FOTO: MERRY
Frank Gehry concluye en Manhattan un rascacielos que parece de nueva generación. Con el acabado aparentemente imperfecto, sinuoso o torturado, que permiten los alardes de la ingeniería y el diseño digital, la torre de viviendas de 76 plantas y 267 metros de altura (frente a los 381m del Empire State o los 417 de las desaparecidas Torres Gemelas) ya ha sido calificada como “democrática de verdad” por Nicolai Ouroussoff, el crítico de arquitectura de The New York Times. ¿Por qué?
 El rascacielos, a pocos metros de la zona cero y junto al puente de Brooklyn, tiene el hormigón estructural envuelto en una piel de acero que le confiere una imagen dinámica, plástica y cambiante. Son los reflejos con los que responde cada uno de los 10.500 paneles de diversos tamaños que forran la fachada los que refuerzan la percepción de una forma escurridiza. A ese volumen aparentemente fragmentario contribuye también el retranqueo de los diversos cuerpos que componen el edificio y la voluntad del arquitecto de llevar las notables bay window (ventanas-galería) a alturas de más de 200 metros. Esa suma de discrepancias contribuye a hacer del edificio una construcción eminentemente plástica, con cualidades, como la imperfección, que la acercan a los inmuebles singulares y únicos y la alejan de la contención fría, y estandarizada, habitual de los rascacielos.
 Así, la Spruce Street Tower no inaugurará una era de torres expresivas, pero sí dialoga de tú a tú con la vecina y legendaria torre Woolworth que Cass Gilbert concluyó en 1913. La idea de dedicar un edificio de altura a viviendas choca con la tradición de que sean las empresas privadas las que financien y construyan los iconos más altos de las ciudades. Por eso, la torre Spruce podría representar el triunfo de la iniciativa individual, dándole como le da la espalda a Wall Street. Sólo que difícilmente se podría permitir un piso en ella alguien poco familiarizado con, y poco beneficiado por, la bolsa neoyorquina. Con todo, tras una ardua negociación que ha exigido la cesión de las primeras seis plantas (forradas de ladrillo rojo) a usos públicos (una escuela infantil y un centro de salud), el edificio, torturado o festivo, de Frank Gehry inaugura una nueva etapa tras una década gris. Y levanta la cabeza en Manhattan. Un nuevo icono se ha atrevido a hablar allí después del 11-S, cuando se cumplen diez años de los atentados.
Anatxu1


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